Desde el momento de abandonar ese lugar, incluso minutos previos a romper esa cadena que mantiene sin apego e inmóvil en esa locación sin futuro, se desarrolla en mi interior el debate sobre cuál sería el paso para consolidar la liberación del día.
En la picota se hallan las mismas actividades creativas y se retan a duelo en el inconsciente cuando saben que estoy en el estado que requiere aplicación de alguna de ellas. Culminé cediendo lugar a la más antigua de todas, la que hace más tiempo me acompaña. Y aquí me encuentro, tecleando.
Con el paso de los años que uno se entiende un poco más a si mismo, si no fuese así, estaría uno en problemas, no solo con si mismo sino con su visión del mundo. Entenderse es entender el motivo de sus decisiones pasadas, es comprender por qué uno se sintió como se sintió en determinado momento y permite ver al mundo desde la visión justamente, que uno quiere darle. Y estar listo para tomar decisiones con más precisión, y atención que no digo correctas, digo más precisas, refinadas.
De tal forma, estoy vertiendo estas palabras como la mera opinión que me da la experiencia de solo vivir mi vida, no tengo título habilitante en la materia, solo vivencias: gustos, placeres, disgustos, sabores, olores, melodías que me marcaron, me han moldeado y me hacen hoy poder decir que si y qué no, y me permiten animarme a decidir con algo más de precisión ante un interrogante futuro.
Pero, no vale pensar. Desgasta y ocupa ese recurso tan valioso, la mente, en un sinfín de ciclos sobre la misma materia ya masticada previamente y regurgitada, vuelta a masticar una y otra vez. Intoxica.
Me doy cuenta a medida que escribo que me pasé largo rato pensando sobre qué escribir, y vaya que tengo sobre qué, muchísimas veces en los viajes diarios con destino a cumplir horarios, la evasión se me apodera dando vueltas "sobre lo que me gustarla escribir", en como armar un proyecto, una secuencia de escritos y se que tarde o temprano para darle sentido a lo que brindo a quien desee leerme, lo voy a hacer, pero hoy, lo que necesito no es eso, si esta actividad es liberación.
Comprendí con los años que la escritura me hace falta mucho más que la lectura y me doy cuenta, se darán cuenta quienes tengan el ojo algo más afinado en literatura, lo mucho que me faltan ambas. Una cosa lleva a la otra: sin lectura no hay escritura. Ojala pudiera dedicarle el tiempo que merecen ambas actividades, una abre la mente, la otra la libera.
A medida que se las pone en práctica con frecuencia, surgen naturalmente, adictivamente. La lectura conlleva a más lectura. A la hora de escribir, las palabras fluyen y salpican la pantalla, se alborotan en la punta de la lengua y se configuran de alguna forma mágica en la cual uno intenta dar un mensaje. Lo se, sale confuso, muchas veces resulta carente como recurso literario, pero al objeto que los utilizo, resulta eso insignificante.
Admiro la fluidez con que surgen esas letras, con que repiquetea el teclado, admiro esa faceta y como desearía que surgieran de igual manera aquellas otras puntas de lanzas liberadoras que me cuesta domar, y contar con otros recursos para liberarme, no solo palabras.
Liberarse...sacar un peso de encima, explicar lo que se vuelve inexplicable cuando se mantiene guardado en las oscuridades del pensar, decir lo que se quiere decir, permitirse hacer lo que se quiere hacer, disfrutar de cada momento infinito, y disfrutarlo infinitamente. Romper ataduras entre pensamiento y la acción. Preparar el té y partir.