relato original data del 20 de Abril de 2020
Un viaje que se postergó por varios años, tanto como su relato, cuyo
borrador permaneció guardado mucho más de lo esperado.
Este paseo tuvo lugar en el momento justo, fue la distracción necesaria. Una inyección de energía y momentos de adrenalina tal vez impensados, propios de la aventura en la naturaleza.
Viajar representa para mi uno de los aspectos más gratificantes de la vida, y este viaje que estoy a punto de compartir no quise que quedase en el baúl de los recuerdos, necesitaba que viera la luz por el contexto en que tuvo lugar, justo previo a un momento culmine del proyecto en el que estaba trabajando con mucha exigencia y siendo el primer viaje sin restricciones posterior a la pandemia.
Agua, aire, fuego y tierra, los cuatro elementos estuvieron presentes en esta aventura por el único Parque Nacional en tierras catalanas que cuenta con algunos de los paisajes más imponentes de la Península Ibérica.
Aigüestortes i Estany de Sant Maurici
Ha de ser el nombre de parque nacional más largo y más curioso para los
hispano parlantes. Intencionalmente lo escribo en catalán, considero que los
lugares han de mantener el nombre original.
El territorio del parque se enclava en el
Pirineo desde la provincia de
Lleida. Está demarcado en sus laterales por dos de los ríos de mayor relevancia
en la Catalunya profunda, a oriente, el
Noguera Pallaresa, y a occidente, demarcando el límite con Aragón, el
Noguera Ribagorzana. Ríos de tinta se pueden escribir sobre ellos que no alcanzarán para
describir la belleza de las comarcas que abarcan.
Su nombre es compuesto, porque intenta abarcar las dos
zonas que lo componen. El sector occidental a
través del Vall de Boi es donde se forman las aguas tortas, que no son más que meandros de aguas tortuosas que bajan desde las alturas del
parque.
El Estanque de San Mauricio es un lago de aguas glaciares y forma la vertiente oriental del
parque, deriva aguas para
generación hidroeléctrica y discurre en el rio Escrita que guía el
Vall de Espot.
Hogar de al menos 80 lagos, regados por más de una decena de ríos, custodiado desde las alturas por una docena de picos montañosos que se erigen algunos, más allá de los 3000 metros sobre el nivel del mar, con el Gran Encantado que regala una de sus más emblemáticas postales.
Este ecosistema es hogar de una innumerable variedad de flora y fauna, entre las cuales hemos sido testigo de manadas de ciervos corriendo por allí, hemos sido objeto de curioseo de pájaros de colores se acercaban a chusmear a los visitantes, aunque entre tantos visitantes no tuvimos la suerte de poder cruzar uno de los mimados y protegidos, el Urogallo.
Una recorrida a un parque nacional es para amantes de la
naturaleza y también para los aventureros. Me considero en el segundo grupo, no hay forma que si veo un sendero no me sienta tentado a seguir avanzando a encontrar lo que hay más allá. Hay que estar mentalizado y entregado en cuerpo y alma al esfuerzo que supondrá realizar los senderos, asimismo, la preparación no es solo cuestión de mente, sino también de estado físico y equipamiento. Claramente, las dos últimas no eran nuestras cualidades. La urgencia de escaparse del encierro era más fuerte que nos cegó de cualquier preparación adicional.
Base en Espot
Para visitar el parque, se había discutido mucho de en qué época ir. Si era más conveniente en invierno, por la nieve y los picos nevados. Que si verano podría
haber más agua y opciones más a acordes a nuestro equipamiento, pero a la vez el riesgo de mucho calor. Nunca llegamos a una conclusión.
Conocer Aigüestortes corrió peligro de no concretarse. Las distancias y caminos sinuosos, sumados a los senderos del parque, hacen que no sea posible una escapada meramente de fin de semana.
Pero cuando el margen de planificación no daba para mucho, y la suerte permitió
tener parcialmente unos días libres en fin de Semana Santa de Abril, cuando todos
estaban disfrutando del último día, nosotros entramos en escena.
Hay pocas cosas más emocionantes al planificar un viaje que mirar el mapa con el destino, y trazar caminos alternativos para llegar, a fin de pasar por algún lugar que me atraiga del recorrido, o simplemente aprovechar un desvío que implique algunas horas, con tal de visitar un punto del mapa, que de otro modo, quedaría en el tintero.
También, he de reconocer que esa planificación en el mapa siempre se basa
en un contexto ideal, y con los años de explorar, he aprendido a medirme a
sabiendas que el camino puede ser cansador por si solo, sin
desvíos.
Por disponibilidad, Espot fue el punto de entrada, y como los 260 kilómetros que lo separan de Barcelona son tan bellos, y a la vez cansadores de manejar, nada mejor que tomarlos como parte del paisaje, e ir mateando disfrutando de lo que uno se cruza en el camino.
Avanzando en el recorrido, se van dejando al descubierto montañas que aumentan su altura a medida que nos alejamos del mar. Con el sol deslumbrante en sus primeros destellos de la clásica primavera ibérica, anticipando un verano que promete caluroso, ha hecho bastante
mella en la nieve que decoraba los picos, y si bien el blanco está presente, se lo nota muy mermado.
Al llegar a destino, una pequeña villa pirenaica con
infraestructura para esquiar, algo fuera de nuestros planes y mucho menos a
estas alturas del año, pero el pequeño centro estallaba de gente al sol, a pesar del helado frío que se hacía sentir cuando soplaba la brisa, ese
mix típico de altura y la estación del año.
El río Escrita baja desde el parque saltando entre rocas y se adentra en Espot a través de una de las postales del lugar: el puente romano.
En el centro, destaca la torre de la iglesia románica, y la construcción de piedra con tejas negras, pero predomina ese contraste entre lo clásico y lo moderno, por momentos me sentí literalmente en una ciudad patagónica cercana a Los Andes. Se encuentra uno a metros de la iglesia con enormes vacas de cría, y no hace falta recorrer mucho para pasar por donde se mezclan casas con de piedra y terminaciones de lujo con gallineros.
Coches aparcados por todos lados nos hicieron improvisar una vuelta fotográfica local, y subir por el camino estrecho lindero al río, con su asfalto
derruido por las raíces de los árboles laderos hasta llegar a un saturado y muy
pequeño estacionamiento de acceso al parque en el que milagrosamente nos
hicimos un lugar que nos dió margen de entrar y sentarnos a disfrutar unos mates al lado
del agua para palpar un poco de lo que nos esperaría al día siguiente.
El Alberg Les Daines que nos abrigó y alimentó esas noches estaba en las afueras y en las alturas, rodeado de un complejo de viviendas dignas y frente a un hotel que parecía cerrado hacia años. El lugar ofrece facilidades pensadas para quienes buscan esquiar, con la estación Ski Espot a menos de 50 metros, desde donde se perdían las aerosillas
circulando como fantasmas, vacías hacia la montaña casi sin nieve.
Vertiente Oriental
El río Escrita marca la vertiente oriental, y acompaña al visitante durante
todo el largo camino desde el ingreso al parque, pasando por la emblemática
plataforma de madera que salva desniveles en el terreno entre los árboles,
otra de las clásicas postales del parque.
La elegante plataforma cede al terreno y se diluye tras unos cientos de metros
de arboleda, cuando los desniveles y las rocas obligan al visitante a
calentar músculos subiendo escalones. Una vez arriba, se abre un valle amplio a campo abierto, arboledas lejana y queda al descubierto la magnitud de las montañas que se esconden al
visitante en la parte inferior del valle.
Por la mañana emprendimos la recorrida por lo que
aparenta ser un llano. Engaña a la vista, el camino se hace largo, y se
pierde en los arboles distantes, siempre coqueteando con el barranco del
río, las piernas comienzan a percatarse del cansancio lo que permite deducir
que se trata de una pendiente, y poco a poco, hemos ido ganando altura, pero
para llegar al estanque aún falta.
Desde el ingreso hasta el estanque de Sant Maurici, el
camino se hizo entretenido pero largo. No teníamos mucha referencia de las distancias y el largo trecho hasta llegar al agua por momentos llevaba a un sentimiento de frustración y
se suma al cansancio del ascenso lento pero constante, que a poco del
estanque, se torna abrupto.
Este mismo efecto se siente a la salida, con el agravante del cansancio acumulado a lo largo del recorrido en el día.
Si uno opta por el senderismo o mismo la escalada, el parque invita a muchas y variadas aventuras que varían en dificultad y duración. Hablamos de horas, días y hasta semanas.
Por ejemplo, el emblemático recorrido Carros de Foc que toma hasta seis días. Se encuentran listados senderos de hasta 9 días de duración atravesando todos sus refugios.
En el contexto de una dudosa apertura de restricciones debido a la Semana Santa, una excusa más bien para mantener el turismo activo y alivianar el descontento generalizado de la gente, hizo que la mayoría de los refugios de montaña estén cerrados.
En el contexto de una dudosa apertura de restricciones debido a la Semana Santa, una excusa más bien para mantener el turismo activo y alivianar el descontento generalizado de la gente, hizo que la mayoría de los refugios de montaña estén cerrados.
A la derecha del Estany se abre uno camino por
donde se gana altura hasta llegar a la Cascada de Ratera que riega todo a su
paso y alimenta el estanque inferior con haciendo de desagüe de una laguna en altura. Superamos el desnivel perdidos entre las rocas y la nieve que comenzaba a dejarse ver en el camino hasta llegar al inicio de la cascada y ver el Estany de Ratera sirve de fuente para la cascada.
En los lugares donde el sol no llegaba a iluminar, la nieve era hielo, y comenzamos a sentir el efecto de la ausencia de equipamiento, nuestros pies deslizaban peligrosamente en lo que sería el indicio de lo que nos esperaba más adelante.
Nos mantuvimos
firmes y seguimos adelante, muy lentamente hasta quedar bajo los intensos
rayos del sol, una caricia pero para contrarrestar la brisa helada y el frío suelo sobre el que caminábamos.
Nos sentamos sobre una roca frente al agua, nos
entregamos a la vista y a un primer tentempié. En la margen opuesta, desde la montaña, desagota una
cascada que vierte incansablemente el deshielo al estanque.
Hacia las Agulles D'Amitges
Seguimos camino, poco a poco aprendimos a controlar el riesgo de resbalar en el hielo y siempre con cuidado avanzamos hasta que se nos presentó el cruce de caminos. Teníamos la opción de rodear hacia el Mirador del Estany de Sant Maurici y regresar por el Potarró de Espot regresando al inicio por la margen opuesta del lago, o entregarnos al ascenso hacia las Aguilles y probar suerte en el
Refugi de Amitges
con la esperanza, en vano, de que estuviese abierto y se pueda uno al menos
sentar a tomar algo caliente.
La elección fué subir. No era un ascenso complicado, pero como todo ascenso, cansa. Hubo que caminar por senderos nevados, esquivar charcos de deshielo y ascender constantemente por alrededor de una hora hasta llegar al cerrado refugio. Allí optamos por descansar, descalzarnos, comer unas frutas y disfrutar de la vista un rato mientras algunos aventureros bajaban de escalar las Agulles, y otros menos aventureros aparecían en la altura con perros de bolsillo y caretas brillantes de autor. Curioso mix en una montaña.
En el camino de ascenso existe un desvío que atraviesa la montaña en sentido transversal, lo teníamos identificado y al descender optamos por ese camino con la idea firme de poder retornar al ingreso del parque desde el lado opuesto del Estany de Sant Maurici. Pero la nieve, blanda, se interpuso en nuestro camino.
El deshielo estaba un un punto tal que aún no había logrado deshacer los grandes montículos de nieve que cubrían el rastro del sendero ni tampoco dejaban ver claramente qué había debajo. Los postes indicadores quedaban sepultados y nos vimos en medio de una ladera de montaña casi atrapados, sin tener claro dónde pisar, sumado al riesgo de resbalarse y caer, sobre nieve al fin, pero muy probablemente demasiado blanda como para contenernos y golpear contra alguna roca.
Habíamos visto desde las alturas algún intrépido senderista atravesar el mismo camino antes que nosotros, se veían las huellas, pero pronto perdimos rastro. Yo trataba de marcar el camino y dar indicaciones, pero en un momento miré hacia atrás y noté el pánico en la cara de La Maga, estaba tanto o más blanca que la nieve, paralizada, no quería seguir, pero tampoco quería volver.
La ayudé a avanzar unos metros y hacer pié sobre unas rocas. Le pedí que espere allí mientras me iba a explorar más adelante, sobre terreno "firme". Ese terreno no eran más que rocas y la ilusión de que atrás hubiese más huellas. Trepamos piedras, avanzamos en el sentido que imaginamos debía ser el sendero, como rastreadores imaginamos ver huellas, hasta que finalmente detrás de una de esas rocas repletas de barro de deshielo se apareció el precipicio, una laguna y el poste amarillo indicador del camino al que abrazamos con alivio.
Encontramos el descenso hacia las Lagunas Llossas o también conocido como Estany de las Obagues de Ratera. Aprendimos luego que una obaga en catalán significa una umbría en castellano, y esto es una vertiente de montaña donde no da el sol.
De la laguna, sólo era visible por un pequeño espejo que asomaba debajo del manto blanco. Se entendía que existía algo más amplio en lo
que podíamos llegar a caer.
Los indicadores del sendero eran una vez más imposibles de encontrar y caminamos por la nieve hasta el punto donde el
pie se me hundió hasta la rodilla y pude descifrar un río circulando por
debajo. Valió la pena retroceder y subir a la ladera. para re encausar el rumbo y reencontrarnos con el sendero.
Regresábamos a un punto conocido, a la izquierda el Estany de Ratera, donde ya habíamos estado. A la derecha nuestro anhelado Mirador del Estany de Sant Maurici y su postal única del parque, que coincidían con el deseo de rodear el estanque y volver por la margen opuesta.
Al arribar al
Mirador del Estany tuvimos la postal que buscábamos y la que da portada a esta entrada del blog.
Pero la sombra hacía mella sobre el
hielo, los senderos estrechos y muy resbaladizos. El camino no se dejaba dilucidar claramente debajo del hielo y ya estabamos tambaleando cada dos pasos. A la par nuestra una pareja descendía con grampones en los pies y caminaban sin demasiada dificultad. Primó el sentido común y
regresamos sobre nuestros pasos. Haber tomado la opción de descenso por la margen opuesta hubiera significado pasar por el sector más sombrío y probablemente más helado del estanque sin ningún equipamiento, era arriesgarse a que nos pillase la noche en medio del camino y poner en riesgo nuestras vidas.
Volvimos sobre los pasos y descendimos por la Cascada de Ratera. Los sobresaltos de la nieva iban quedando atrás cuando el calzado tocó
tierra firme, y quedarían en el olvido cuando la atención se la llevó una
manada de ciervos que correteaban paralelos a nuestro sendero.
Con el sol perdiendo fuerza detrás de las montañas y el viento abriéndose
camino entre los pasillos montañosos, el agudo frío comenzaba a sentirse en
la planicie del valle. El retorno hasta punto de ingreso al parque se hizo eterno.
Un
recorrido de día completo cubriendo unos 18kms y más de 700 metros de desnivel habían hecho mella
en nuestra integridad física afectada por la ausencia de práctica activa de
este tipo de aventuras por tanto tiempo. Con la sensación de haber visto tanto, y con la certeza de que queda una
enormidad por recorrer, esa noche caimos muertos de cansancio sin mucha
dilación.
El escondido Val d'Aran
El escondido Valle de Arán es un reducto en el noroeste de Catalunya, enclavado entre las
alturas del Parque Aigüestortes y los Pirineos con la particular curiosidad
que se mantiene un idioma co-oficial, uno más dentro de los ya reconocidos
en España, y es el
Aranés, una variación del Occitano hablado en el sur de Francia, y muy
influenciado desde luego por el Catalán.
Sus particularidades no solo se hallan en su idioma, sino también en su
peculiar forma de auto gobierno que lo dota de mayor autonomía dentro de la
ya autónoma comunidad de Catalunya, acompañado de un fuerte sentimiento de
pertenencia, al punto que
reclama separarse de Catalunya y se rumoreaba (creer o reventar) que en las intentonas separatistas
catalanas, el Val d'Aran había proclamado que ellos serían independientes de
Catalunya y se mantendrían dentro de un acuerdo con España.
Vielha es su capital y alberga a la mitad de los habitantes de la comarca,
casi 6000 habitantes, es la sede de gobierno y abundan servicios para
turistas. Comparte con Andorra la diócesis de
Seo de Urgel y a pesar de tener un perfil algo más bajo, el entorno no tiene nada
que envidiarle a su principado vecino.
Sin mucho plan sobre qué hacer en el valle más que recorrer y llevarse un
pantallazo a casa emprendimos nuestro camino al Valle desde el oriente
se hace por la carretera C-28 y eso obliga a ascender una pared de 1900
metros de altura. Literalmente ascendimos a las nubes y nos desplazamos
entre ellas atravesando el centro de ski de
La Peülla que se encuentra en el punto más alto.
Recorrimos aleatoriamente los pueblos aledaños a la carretera principal,
parando a medida que el paisaje nos invitaba, y nos aventuramos a subir
hasta el pequeño poblado de
Bausen, casi en la frontera norte con Francia a deslumbrarnos con sus tejados
negros y casas de piedra. Me sentí por un momento en una versión mucho más
económicamente poderosa del pequeño San Fiz do Seo, allí en las montañas
entre León y Galicia del cual viniera mi abuela.
Ermitas solitarias, rodeadas de animales de pasteo que musicalizaban el
ambiente con sus cencerros bajo un cielo celeste y un horizonte de verdes
hierbas resumen el paisaje del Val d'Aran.
Fotos mediante, esta vez el regreso hacia la costa barcelonesa fué por el
Túnel de Vielha que con más de 5kms salva las alturas y se proyecta en línea recta
hacia la comarca Noguera Ribagorzana coqueteando con Aragón todo el
tiempo.
Con una escala técnica para abastecer la barriga en La Pobla de Segur, un
punto de paso de nuestro primer viaje en coche por tierras ibéricas, Sant
Boi nos esperaba caída la tarde con los ojos cansados, enceguecidos de tan
deslumbrantes paisajes.
Referencias
- GenCat: Parques Naturales de Catalunya
- Incluye un detallado plano del parque
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