Hace meses que puse mucha energía en renovar la presentación de este hobbie que mantengo de manera irregular hace ya más de diez años, y entre algunos replanteos sobre el contenido que quería compartir, además de relatos de viajes, me propuse tratar de armar material de consulta, que pueda servir no solo para revivir un viaje sino para emprender. Es así como nació la sección Guías que hasta el momento está vacía.
Al momento de comenzar con la sección tengo perfectamente claro qué contenido quiero darle, pero también he de confesar que en estos meses han pululado en mi cabeza otras maneras de disfrutar la ciudad, ya que en este momento, los viajes no son tan frecuentes, o si lo son, tienen otro enfoque.
Nos re inventamos, y si no lo hacemos, morimos, y si aún no lo has hecho, es hora que dejes de pensar en lo que ya no tienes, ya no puedes hacer, y pienses en lo que si, porque la realidad por más dura que sea o parezca, la dimensionamos nosotros mismos con nuestra propia visión.
Finalmente me senté en un bar en la ciudad de Berlín, en un barrio algo apartado de la vorágine e histriónica ciudad, lejos de casas ocupas, lejos del techno y de la vanguardia, en un barrio dicho con todas las letras, pero no lejos del factor multicultural que caracteriza a esta ciudad.
Estoy en Moabit, sentado en una mesa celeste, con sillas de madera de colores y formas dispares, el bar se llama Mia y Leo, en honor a los hijos del dueño, Mario, un tucumano que se fué de su Monteros natal a buscar la vida hace años, peleándole a los pronósticos agoreros y contra toda adversidad, se embarcó en una aventura primero hispánica que con el tiempo lo depositó en la capital alemana dedicado de lleno a la gastronomía.
Conocí este lugar en una de las noches más calurosas del particular verano del 2020. Como se imaginarán, los lugares argentinos en esta ciudad no son muchos, pero se sorprenderían de la cantidad de rinconcitos que aparecen cuando empiezan a investigar. Ya recorrí varios, y este lo siento como una especie de bar de cabecera y no porque venga a beber y ahogar mis penas, más bien porque vengo a charlar y deleitarme con sabores de la tierra.
Mario tiene una peculiaridad, y es que le encanta hablar y las charlas se hacen amenas. Como si fuera poco, cocina de maravilla. Será, que la primera vez que vine tuve la suerte de coincidir con Julio y su novia, rosarinos viviendo a estas alturas en la "Bauhausera" zona de Siemmenstadt, probablemente todos lugares que el turista promedio no tiene idea que existan acá, ya dije, lejos de los focos y de los folletos de turismo.
En esa calurosa noche, la comida, se acompañó con entretenidas charlas y reflexiones de la patria, los contrastes, los periplos para llegar a este lugar, regadas por cerveza que en repetidas ocasiones la casa invitó hasta entrada la madrugada.
Acá comí las mejores empanadas que probé hasta el momento en Europa, sin grandes lujos, sin enorme variedades de sabores, simples y deliciosas empanadas tucumanas.
Acá uno se deleita con medialunas y alfajores caseros e invenciones y genialidades del dueño, que confesó muchas veces se levanta de madrugada pensando en ese ingrediente o mezcla inusual que le permitirá darle el toque mágico a la receta que lleva hace días o semanas tratando de encontrar, y las anota en un cuaderno para luego materializarlas y hacerle probar a su clientela más fiel para recibir el veredicto antes de lanzarla al mercado masivo.
A estas alturas, ese verano caluroso berlinés quedó en el olvido. Estamos ya en otoño del mismo año. Anoche llovió y las hojas de los árboles cubren las calles como una alfombra amarilla, el invierno se avecina a la vuelta de la esquina, pero el sol sigue brillando y no importa lo turbulento del contexto, él asoma y ayuda a que el fresco se soporte apenas cubierto por los rojos destellos de la indumentaria del Leyton Orient que generaron la admiración de algún fanático londinense que se emocionó al ver los colores y escudo de su equipo en las calles de Berlín.
Los rayos iluminan mi mesa y el teclado en el que escribo.
Casi me olvido, que en este año tan particular, nos obligaron a ocultar las sonrisas.
Casi me olvido que debido a la turbulencia que acompaña este año, casi como en el juego de la vida cuando caes en una casilla que te envía de regreso a la universidad, y ves como el cochecito se mueve de nuevo al inicio del serpenteante camino en el tablero, mañana emprendo un regreso que me da una nueva oportunidad, y estoy a punto de empezar de nuevo pero con una mochila de aprendizaje en la espalda.
Casi me olvido, o no quiero pensar, que este es el año de la pandemia que me dio una nueva oportunidad.
Casi me olvido que comencé este post queriendo introducir una nueva sección en el blog llamada Guías que aún no tiene ningún post!
Les presento a Mía y Leo, ubicado en Jagowstraße 26, 10555 Berlin, Alemania el producto de Mario Robledo que creó un rincón imperdible de Berlín donde pueden ir a disfrutar de buenas charlas y rica comida argentina, con la simpleza y humildad del esfuerzo, estilo casero y a precios razonables.