Las últimas vacaciones de las que tengo recuerdo en Argentina datan del verano previo a emigrar, nos fuimos a las hermosas Sierras de Córdoba. Recuerdo deslumbrarme por las luces en el cielo de Capilla del Monte y de San Marcos Sierras, recorrer la muy helvética villa de La Cumbrecita y de haber casi destruido un neumático en el tal vez único pozo existente en el camino de regreso. Pasar por una muy teutónica Villa General Belgrano y que nos aprieten los muy apurados conductores locales conocedores de los caminos ávidos de alardear su habilidad en rutas de montaña.
Estoy retrocediendo casi diez años en el tiempo, lo suficiente para que las memorias sean difusas y para darle combustible a una ansiedad que se incendia en la previa a un épico recorrido patagónico que fué maridando en la imaginación a lo largo del año. Es uno de esos viajes que para la gran mayoría de los argentinos, de ocurrir, sucede una una vez en la vida, y para otro tan amplio porcentaje, tal vez nunca llegan a conocer tan lejano territorio.
Los Preparativos
Ya han quedado atrás las decenas de horas de viaje desde Berlín, las celebraciones de fin de año, el estado somnoliento por las pocas horas de sueño debido al cambio horario y el trabajo a deshora, se mezclan con el húmedo y agobiante calor del verano porteño.
Sentados bebiendo tereré frente a una hoja en blanco y el desafío de planear lo que será una expedición a la lejana, hermosa y siempre temeraria región patagónica.
El común de la gente no suele levantarse cada temporada diciendo "listo, nos vamos a recorrer 2000 kms para comenzar nuestras vacaciones...". El debate de si realizar el viaje en avión o coche, la voz de los amigos que te sugieren que no pierdas tiempo viajando y que mejor disfrutes allá. Ninguna de las opciones es mala.
La necesidad de recorrer la inmensidad del basto territorio argentino para contrastarlo con la de algún modo monotonía que estamos encontrando en el turismo que tenemos cercano en las ordenadas tierras europeas fue más fuerte: las familias dieron el visto bueno y contamos con vehículos para emprender el viaje.
El desafío era el de poner a prueba nuestra resiliencia, necesaria para soportar el extenso viaje con la la visión de que cada kilómetro formase parte de las vacaciones.
Cuento con bastantes recorridos hechos en la extensa Patagonia Argentina (vale la pena hacer esta distinción porque también existe una hermosa y extensa Patagonia Chilena). Entre tantas oportunidades, puede acompañar a mis padres en gran parte del recorrido con vehículo, la parte tal vez más hostil.
El Recorrido
La semilla del viaje que llevaba creciendo casi un año nunca tuvo un itinerario definido. Fue mutando a lo largo de los meses alimentada por el intenso calor del verano porteño y por la urgente necesidad de desconectarme, pero sobre por la necesidad de aprovechar esta oportunidad, tal vez única, fueron forjando una forma para el recorrido en el mapa y los puntos difusos, fueron adquiriendo nombres.
El sueño de llegar a al fin del mundo, Tierra del Fuego, debió ser postergado en favor de un viaje más realista de modo de poder poder compartir con familia y amigos en el tiempo libre de la estadía.
Enfocamos en el Lejano Oeste, atravesando las extensas y despobladas ondulaciones de La Pampa con sus interminable desierto para llegar a la Cordillera de Los Andes Patagónicos y bajar hasta lo que sería el punto más austral del recorrido en Lago Puelo.
En el medio, demasiadas referencias y bellezas por descubrir. Quedó la difícil tarea de decidir cuáles serían los lugares donde dormir y marcar otros puntos de interés que decidimos visitar, dejando margen libre a la improvisación y asumiendo resignar otros tantos.
El largo camino hasta el primer punto de interés donde haríamos base consistía en nada más y nada menos que la extrema distancia de 1400 kms, algo que se aleja muchísimo de los máximos trayectos que alguna vez habíamos conducido cualquiera de los viajes por las tierras Europeas.
Hasta el momento, la mayor aventura de un tirón en un viaje había sido hasta el momento en Marruecos desde Fez a Hassilabied en donde recorrimos unos 450kms de un tirón, por lo que se asumió que para llegar a tan distante punto patagónico, habríamos de descansar promediando el trayecto.
Allí, en medio del desierto patagónico, debajo de las estrellas decidimos parar "a la intemperie".
El otro gran desafío fue tener que enfrentarse a los efectos del desbarajuste económico con tipos de cambio monetario camuflados en impuestos y dudosas señales que llegaban desde el anecdotario de mis contactos, abriendo la puerta a proceder como en los viejos tiempos, tal cual aquellas épocas donde las plataformas de reservas eran limitadas o inexistentes, tocó ponerse en contacto con diferentes personas e ir coordinando una por una los potenciales alojamientos, agotador pero rendidor, pero efectivo y, desde ya, sin facturas de por medio.
Todo gracias a la siempre bienvenida referencia de un amigo: Javi me pasó las personas particulares con las que su cuñada había hablado hacía unas semanas para conseguir un alojamiento, Andrea pasó el teléfono de Hugo que tenía unas casas donde se había alojado hacía unos años, Gustavo dió algunos tips de recorrido aventurero y nos prestó una carpa para descansar debajo de las estrellas, la suerte de conocer a Yiyi nos abrió la curiosidad de visitar un refugio de montaña que era organizado por su hermano.
El Viaje
Lihué Calel
El punto de inflexión del viaje es General Acha en La Pampa. Suele considerarse el último lugar de descanso en un trayecto razonable, más allá, hay que optar por la famosa Ruta del Desierto o bien desviar hacia el suroeste y atravesar las pampas no tan húmedas por la Ruta Nacional 152 que se ofrece en un calamitoso estado.
Esta opción es casi tan desértica como la famosa ruta, pero a promediando los 100 kilómetros se encuentra el Parque Nacional Lihué Calel, reconocible en la llanura por su la serranía que le da nombre (sierra de la vida en idioma mapuche).
Estimo que en el abrupto pero corto ascenso en el desnivel que se eleva el camino, la ruta mostraba su peor estado, con sugerencias de desvios para camiones a fin de poder salvar la altura por aledaños senderos de tierra.
A la sombra existe un viejo parador abandonado y algunas antenas de radio. El portal de acceso al parque es humilde y se puede pasar por alto fácilmente. La intendencia del parque se esconde unos 3 kilómetros hacia el interior, donde sin ruido ni señales de teléfono que interfieran en la naturaleza, entre arboles bajos y alguna maquinaria vial que ayuda a mantener como se puede el camino, se encuentra la recepción con un pequeño museo e información sobre rutas para recorrer.
Entre sombra de caldenes y rodeado de viscacheras, se ofrecen las instalaciones para acampar, con comodidades básicas como baños y agua caliente, parrillas y algún que otro enchufe perdido en la recepción que están disponibles día y noche.
Lo más sorprendente, además de la tranquilidad y silencio del lugar, es que el estado de las instalaciones es excelente y la posibilidad de acampar ha sido gratuita.
No sin enredos y olvidos, trasladamos las cosas que necesitábamos del auto, armamos la carpa, dejamos los bártulos listos para cenar y dimos unas vueltas en los alrededores aprovechando la luz natural.
Pronto llamaron la atención los curiosos gallitos copetones que decoran el logo del parque y que corrían por todo alrededor. A medida que bajaba el sol, comenzaron a aparecer grupos de martinetas y cuando la oscuridad era más notoria, las viscachas salieron a merodear.
Por la noche, sin nubes, todas las miradas se las lleva el estrellado cielo nocturno, que sin contaminación lumínica en los alrededores, deja todo su explendor a la vista y con suerte y atención, algunas estrellas fugaces se dejarán ver pasar.
La amplitud térmica fué notoria. Hubo que dormir vestidos y hasta con abrigo. A la mañana, se pudo salir a caminar y disfrutar del amanecer, aprovechando la fresca mañana antes que el sol raje la tierra.
No hubo tiempo para mucho más que apostarnos en la ladera de la sierra de la vida, que le da nombre al lugar, calendar agua uno de los dos únicos enchufes habilitados en la recepción y abandonar este lugar repleto de senderos y secretos por descubrir para alguna próxima ocasión.
Por delante, nos esperaba un soleado día y cientos de kilómetros para recorrer hasta nuestro próximo destino.
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