Los prados ingleses tienen la particularidad de contar con poco relieve y apenas unas ondulaciones que se pierden en el horizonte. Si al leer esto se te viene una imagen de alguna película o postal de prados verdes con iglesias sobre pequeñas colinas, casas de paredes grisáceas con techos a dos aguas o incluso castillos con tiempos pasados mejores, en la cual tus ojos hayan dejado deslumbrar por su belleza, sin duda alguna te digo que se trataría de una imagen de los Montes Cotswolds.
Qué es esto de los Cotwsolds?
También conocido simplemente como Cotswolds, son considerados por muchos como el corazón de Inglaterra. Están constituidos por una cadena de montes en el más puro de su significado: un terreno no urbano y sin cultivar en el que hay vegetación, la cual puede estar formada por árboles, arbustos y hierbas, que se extiende al sudoeste de Inglaterra en una zona de más de 2000 kilómetros cuadrados entre diferentes comarcas como Gloucestershire, Worcestershire y Oxforshire entre otros, conteniendo una pila de pueblitos pequeños con inusual atractivo.
Tanto por la belleza de los pueblos y caseríos como por el paisaje natural que los montes demarcan, los Cotswolds constituyen una Area de Destacada Belleza Natural (AONB).
La región prosperó gracias a la cría de ovejas de la variedad Cotswold Lion, haciéndose conocida en el comercio de lana a lo largo del continente, pero especialmente deseada por mercaderes italianos. Con el tiempo, el dinero obtenido de la venta de la lana llevo a la construcción de muchas iglesias construidas en una variedad de piedra caliza extraída de la región y se las conoce como "iglesias de lana".
Planeando el recorrido
La distancia desde Londres hasta el ingreso a los montes no es demasiado extensa, al punto que con menos de dos horas de viaje en coche uno puede considerar que está entrando.
Existen diversas maneras de llegar desde la capital del reino, ya que la zona es atravesada por líneas férreas de la Great Western Railways y la siempre buena National Express nos puede dar una gran ayuda a la hora de encontrar un servicio de buses que nos deposite en alguno de sus parajes principales o de mayor atractivo e incluso se ofrecen pases y billetes combinados para hacer los recorridos de un modo "car-free" (sin el coche).
A pesar de todo esto, haré hincapié en la que mejor manera de recorrer Cotswold es en coche, y el motivo por el que me inclino hacia esta modo de disfrutar la experiencia del viaje es porque se trata de un paisaje con muchos pueblos y atractivos desperdigados en distancias cortas, incluso alejados de rutas principales para los cuales en muchas ocasiones solo hay que atravesar prados, mucho de los cuales pierden su encanto al no poder detenerse a contemplarlos.
Por otra parte, lo importante a la hora de planificar el recorrido es revisar las particularidades de cada región, identificar cada pueblo con lo difícil que resultan de memorizar esos nombres compuestos (ya lo verán más abajo) y sobre todo trazar el laberíntico circuito maximizando la distancia y minimizando duplicidad en el recorrido. Créanme que habiendo tanto para ver, es todo un desafío.
Contábamos con días y tres noches, considerando que debíamos volver a la aturdida ciudad de Londres a hora punta un día laborable, por lo que el plan original consistía en:
- Sábado: salir de la capital a media mañana y alejarnos para recorrer la ciudad universitaria de Oxford, seguir camino hacia Witney y pasar la noche en el acceso a Cotswold.
- Domingo: desandar camino de Witney hacia el interior de los montes, centrándonos en los pueblos de la mitad hacia arriba, pasando por Burton-on-the-water, Stow-on-the-wold, entre tantos otros hasta Broadway. Debíamos aprovechar al máximo la luz del día siempre y cuando, las siempre amenazantes nubes inglesas no nos agüen el panorama, y pasar la noche en Gloucester.
- Lunes: el plan era descender siguiendo el Río Severn hasta el ingreso a Gales, para luego reingresar a Inglaterra por alguno de los dos imponentes puentes colgantes, y dirigirnos hasta Bristol para recorrer la ciudad, y descansar en Bath.
- Martes: Recorrer la ciudad histórica de Bath y emprender el regreso pasado el mediodía si el tiempo lo permitía con una rápida escala en el mítico Stonehenge.
Finalmente por motivos climáticos, y sobre todo porque priorizamos seguir contemplando la belleza de Cotswolds, el Lunes cambió el recorrido relegando Bristol (realmente creo que vale la pena visitarla, pero priorizamos ir a ver pueblos y campo) y descansamos en Bath ese mismo día, llegando antes y disfrutando de su muy famoso cream tea.
En el siguiente link dejo un folleto oficial para Explorar Cotswolds que se distribuye en la pagina del Parque.
A pesar de todo esto, haré hincapié en la que mejor manera de recorrer Cotswold es en coche, y el motivo por el que me inclino hacia esta modo de disfrutar la experiencia del viaje es porque se trata de un paisaje con muchos pueblos y atractivos desperdigados en distancias cortas, incluso alejados de rutas principales para los cuales en muchas ocasiones solo hay que atravesar prados, mucho de los cuales pierden su encanto al no poder detenerse a contemplarlos.
Por otra parte, lo importante a la hora de planificar el recorrido es revisar las particularidades de cada región, identificar cada pueblo con lo difícil que resultan de memorizar esos nombres compuestos (ya lo verán más abajo) y sobre todo trazar el laberíntico circuito maximizando la distancia y minimizando duplicidad en el recorrido. Créanme que habiendo tanto para ver, es todo un desafío.
Contábamos con días y tres noches, considerando que debíamos volver a la aturdida ciudad de Londres a hora punta un día laborable, por lo que el plan original consistía en:
- Sábado: salir de la capital a media mañana y alejarnos para recorrer la ciudad universitaria de Oxford, seguir camino hacia Witney y pasar la noche en el acceso a Cotswold.
- Domingo: desandar camino de Witney hacia el interior de los montes, centrándonos en los pueblos de la mitad hacia arriba, pasando por Burton-on-the-water, Stow-on-the-wold, entre tantos otros hasta Broadway. Debíamos aprovechar al máximo la luz del día siempre y cuando, las siempre amenazantes nubes inglesas no nos agüen el panorama, y pasar la noche en Gloucester.
- Lunes: el plan era descender siguiendo el Río Severn hasta el ingreso a Gales, para luego reingresar a Inglaterra por alguno de los dos imponentes puentes colgantes, y dirigirnos hasta Bristol para recorrer la ciudad, y descansar en Bath.
- Martes: Recorrer la ciudad histórica de Bath y emprender el regreso pasado el mediodía si el tiempo lo permitía con una rápida escala en el mítico Stonehenge.
Finalmente por motivos climáticos, y sobre todo porque priorizamos seguir contemplando la belleza de Cotswolds, el Lunes cambió el recorrido relegando Bristol (realmente creo que vale la pena visitarla, pero priorizamos ir a ver pueblos y campo) y descansamos en Bath ese mismo día, llegando antes y disfrutando de su muy famoso cream tea.
En el siguiente link dejo un folleto oficial para Explorar Cotswolds que se distribuye en la pagina del Parque.
Cátedra de Oxford
Si uno piensa en universidades inglesas, solo se vienen dos cosas a la cabeza, Oxford y Cambridge, dos de los lugares más exclusivos para estudiar en la isla madre del reino.
Oxford se ubica hacia el oeste mientras que Cambridge hacia el norte, ambas universidades se encuentran a una prudente distancia de Londres, poco más de una en tren, lo cual convierte a las ciudades universitarias por excelencia en una buena alternativa de visita de fin de semana.
Dado que nuestro destino se hallaba hacia el sudoeste de la isla, tomar una clase en Oxford pareció un buena opción para darle al viaje un sabor distinto, y nos dimos cuenta que la idea no fué solo nuestra, dado que definitivamente es una ciudad turística puesto que los estacionamientos cuestan más caros los fines de semana que en los días de semana, y arriban decenas de autobuses turísticos además de líneas regulares cargadas con visitantes que pasan el día recorriendo los diferentes colegios.
Los colegios son esos edificios hermosos y antiquísimos que aparecen en las películas, sin ir más lejos, basta con haber visto algunas de las películas de la saga de Harry Potter para haber visitado Christ Church, el más famoso de los colegios, en el que se representaron los interiores de Hogwarts, donde no solo tienes los edificios sino unos jardinazos enormes para recorrer.
Estos edificios históricos y tan bellos han tomado tal relevancia y son tan demandados que algunos se pueden visitar gratuitamente, pero en la gran mayoría hay que abonar un acceso, entre ellos el Balliol College, Magdalena College y Merton College.
Además de estos edificios repletos de agujas, que contrastan con un día soleado y el verde de los jardines, hay iglesias monumentales, los vestigios del Castillo de Oxford que está ubicado en el corazón de la ciudad pegado al centro comercial, y sin dudas la impresionante Biblioteca Bodeliana y la inconfundible Cámara Radcliffe ubicada justo al frente.
A escasos metros de la Biblioteca, es inevitable una postal del Puente Hertford o popularmente conocido como Puente de los Suspiros por su parecido con el Puente de Rialto en Venecia, aunque en este caso parece que el mito de los suspiros proviene de que de un lado, era un colegio de hombres y del otro, un colegio de mujeres. El resto, una leyenda.
Ya de regreso al coche encontramos de casualidad el muy bonito Oxford Coverted Market que por suerte era muy diferente a todos los mercadillos que cité en mis previos posteos de Londres. En este comienzan a aparecer algunos destellos de locales de fines turísticos, pero aún mantiene la esencia de locales puramente destinados al consumo local, como zapaterias, panaderías, y las típicas verdulerías y carnicerías de barrio.
Cotwsowlds del Norte
Habiendo hecho escala en Witney, un pueblito de la campiña inglesa, aunque a esta altura comparado con lo que está por venir, realmente se puede decir que se trata de una ciudad con todos los servicios, acceder a la formalmente conocida como Area of Outstanding Beauty, lo que es el equivalente a un Parque Nacional, es cuestión de minutos en coche.
El laberinto de caminos obliga a tener un GPS calibrado para la ocasión y el trabajo hecho para acomodar la ruta.
Conduciendo por la derecha encaramos con el coche hacia Burford para ya comenzar a cruzarnos con las pequeñas calles entre casas de piedra donde había que esquivar coches y paredes para poder circular. El pequeño pueblo cuenta con una vívida avenida comercial con linderas casas de piedra que se adornan con coloridas marquesinas.
El siguiente destino era el bellísimo Bibury, que es indudablemente una de las mejores postales de la región y en las palabras de William Morris, uno de los padres del movimiento Arts and Craft, la villa más hermosa de Inglaterra.
En Bibury se refleja el estereotipo de villas rurales inglesas, atravesadas por un río, cuentan con un molino para acopio y manufactura de granos, cottages (casas ruales) de piedra color miel apareadas una con otra y verde, sobre todo mucho verde y desde luego, musgo.
Desviamos el recorrido ya que decidimos pasar por la villa romana de Chedworth y circulando en soledad por los verdes prados nos perdimos, no encontramos más que el caserío y las punteagudas iglesias para desandar camino entre bañados y paisajes verdes ondulados, hasta llegar a uno de los puntos fuertes de la región.
Burton-on-the-water, así como lo escribo, con su nombre compuesto y guionado es otra postal imborrable e inconfundible de esta región. Y aquí ya se dejaba ver la cantidad de turistas visitando y recorriendo por su paseo principal a margenes del río Windrush(the water!) atravesado por muy bajos puentes, casi bados, donde es imposible no tentarse con una foto. En invierno, los paseantes se refugian del frio en las coquetas casas de te mientras que en verano las familias se refrescan en las nada profundas aguas, y las casas de te se reconvierten en heladerías.
Este fué un buen punto para re abastecer provisiones, elegimos probar las "empanadas inglesas", más correctamente unos enormes Cornish Pasty, hacer un level up (ir al baño!) y seguir camino para comer en el prado entre dos pueblitos linderos extremadamente pequeños pero bellos: los Slaughters (upper y lower) con un molino a fuerza de agua activo que por solo verlo girar amerita el desvío en el camino.
Desde este momento en adelante comenzamos a circular sin un rumbo preciso pero teníamos puntos en el mapa a los que evitamos ir directo en caso de cruzarnos con alguna gema perdida en el camino.
Pasamos por Lower Swell, para desviarnos por entremedio de los campos vacíos hasta llegar a Condicote, y derivar a Stow-on-the-wold con algo de miedo que se nos vaya el sol (Enero en el Reino Unido no da para muchas horas de sol).
Apuramos el paso y nos dirigimos a lo que consideramos el último plato fuerte del día, y de los puntos más altos, geofráficamente y en nivel de belleza, del viaje: la solitaria Torre de Broadway que se erige en soledad en un monte al norte de los Cotswold ya en el condado de Worcestershire.
Y uno se pregunta qué función cumpliría tan aislada fortificación en tan lejano paraje, pues la respuesta es simple, ninguno, simplemente decorativa! Y lo bien que queda. Son las mejores postales pese al viento tan frío que soplaba en la hermosa puesta de sol, logramos unas capturas imperdibles.
Cae la noche ya, apurar el paso, el frío es intenso, y nos espera una noche de descanso en la pequeña Gloucester.
Cotswolds del Sur
Tras un buen descanso en Gloucester, el día amaneció nublado, y el viento seguía siendo intensamente frío. La noche discurrió entre el debate de qué ir a ver al siguiente día, si apostábamos por más Costwolds o bajabamos hasta Bristol via Gales. El espectáculo entregado por los Costwolds el día anterior primó y el plan se cambió sobre la marcha, a seguir dibujuando zigzags sobre los verdes prados.
Esta vez el asfalto nos esperaba mojado, no corrimos con la misma suerte que la jornada previa, el sol ya no contrastaba el horizonte, pese a que de a ratos se dejaba disfrutar, no hacía mella al frío intenso que habitaba las ráfagas de viento.
Arrancamos en dirección sur, el tráfico estaba cargado, atravesamos la ciudad de Stroud, suimos camino ascendente en el horizonte que se elevaba delante nuestro, el camino estrecho era el común denominador del trayecto.
Nos perdimos, literalmente, mirando el mapa nos perdimos. Vimos tantos pueblos que no sabíamos cuál elegir para ver algo destacado sin referencias, pero no nos detuvimos, el clima no ayudaba, no invitaba a descender, simplemente a recorrer.
Superamos Chalford Hill en un atisbo de encontrar algún hito destacado desde la altura, pero fué en vano, las colinas y la arboleda no permitían ver más allá de algún prado extenso que se perdía detrás de otra colina. Seguimos hacia la llanura, emprendimos el descenso hacia Cirencester, originada en un fuerte romano creado para defenderse de los nativos. Un poco más allá, los bañados en South Cerney donde yace el complejo acuático de los Cotswolds y sitio que lso ingleses eligen para pasar parte del verano entre lagos y bañados, muchos dotados de infraestructura para recibir bañistas y proveer opciones de diversión más allá de un chapuzón.
La quimera de los paseantes, a este punto, era encontrar en algún lado el origen del río Tamesis, que discurre y coquetea entre estos bañados hasta difuminar su naciente entre algún que otro charco de agua.
Dejamos atrás la llanura poco poblada y nos embebimos en la tampoco muy poblada Tetbury, hogar de los Reales de Jardines de Highgrove en busca de algún recoveco donde poder frenar y estirar los pies, la lluvia nos abrazó y se adueño del paisaje, apenas pudimos refugiarnos brevemente en la iglesia de St. Mary the Virgin que nos recibió con su clásico adorno de tumbas alrededor y un viento estremecedor.
El plato fuerte lo dejamos para el final, Castle Combe, un caserío de cottages linderos con apenas 350 habitantes, que es al sur de los Cotswolds, lo que Bibury al norte, la foto, la postal, la poesía y el reflejo de una vida pasada de trabajo en la que hoy se refugian acaudalados que buscan huir de su vida citadina abrumados de las multitudes.
La lluvia no dejó de acompañarnos, lo que le dió un aspecto desolado especial para las fotos. Soñamos con arribar a este pequeño pueblo y deleitarnos con una sesión de te, teníamos identificado el sitio, pero la temporada del año no nos ayudó, un 7 de enero, los dueños tenían decidido hacer la limpieza anual y reparaciones varias por lo que mantenían cerrado al público su salón durante unos diez días. Rabia, frustración, pero la degustación no tardaría en llegar más adelante en el recorrido al llegar a Bath.
Situado en un valle boscoso de Cotswold, con el río Bybrook fluyendo a través de su corazón, Castle Combe es un ejemplo brillante del tradicional pueblo inglés.
Y como dije unos párrafos más arriba, ante la impotencia de no poder no solo disfrutar de la galantería de un te en un salón típico inglés, pusimos manos al volante, y mientras piloto desandaba las millas el copiloto se encargaba de decidir sobre la marcha, basados pura y exclusivamente en las referencias de internet a qué casa de té iríamos a buscar abrigo y pasar una dulce tarde, finalmente la agraciada fué la histórica Sally Lunn en nuestro último destino, Bath.
Bath, el spa romano
Bath, traducido literalmente como baño, tiene su origen en tiempos romanos desde luego, es la única ciudad el Reino Unido que cuenta con aguas termales, y los romanos esto de encontrar aguas relajantes para banquetes y orgías se les daba bastante bien.
Es una ciudad coqueta completamente diferente en arquitectura, a lo que llevaba visto hasta el momento en territorio del reino, posee gran variedad de teatros, museos y edificios de relevancia cultural agraciados en la época Gerogiana donde cobró importancia debido a sus aguas medicinales, lo cual, sumado a una importante Abadía a la cual es gratis entrar con una contribución obligatoria (sic) lo cual le permitió ser catalogada como Patrimonio de la Humanidad.
Dicho de otro modo menos formal, la ciudad es sumamente elegante y tiene estilo, se nota la influencia de la alta sociedad que hizo uso de sus bondades a lo largo de los siglos. Para dimensionar, nos alojamos en albergue que ocupaba una mansión en su totalidad, y la suerte hizo que nos dieran la mejor habitación de todas, en el altillo, el punto más alto del caserón, uno de los tantos que se erigían en la zona de Bathwick Hill camino al campus de la Universidad de Bath.
La ciudad realmente se recorre fácil, con un poco de ánimo caminando, los puntos altos son el Pulteny Bridge que aunque parezca cerrado no lo es, en el medio hay una calle y es abierto. En el margen del lado de la ciudad, no dejen de atravesar el Guildhall Market y dejarse llevar hacia la Abadía y sus linderos Baños Romanos, un lujo que merece visitarse, pero sepan que no se puede tocar ni el agua, por lo cual, son meramente históricos, pero existe curiosamente un modo legal de acercarse y contemplar sin necesidad de acceder al recinto, y es que estos baños cuentan con baños públicos y muchos de los locales aledaños te enviarán a ellos cuando consultes para "cambiar las aguas".
A escasos metros, descendiendo las escaleras se abren los coquetos Parade Gardens paralelos al Río Avon, desde donde se tiene tal vez la mejor vista del Pulteny Bridge.
Perderse en las calles de Bath no llevará mucho tiempo, hay que hacerlo, con algún rumbo fijo dando vueltas para hacer el camino más largo y sorprenderse con lo que se encuentra uno en el camino.
Un imperdible, que se disfruta desde la misma calle es The Circus, un complejo arquitectónico georgiano que comprende un perfecto círculo en torno a una plazoleta central, me atrevo a llamarlo brutalista pero estaría faltando el respeto, tiene tantos detalles que es simplemente imponente y bello, atractivo por donde lo mires y no hay foto que alcance.
A escasos metros se alza otra imponente, The Royal Crescent, un enorme conjunto semicircular de casas apareadas, que se alza sobre un desnivel con una vista hacia el horizonte de la ciudad. Es catalogado dentro del grado I de edificios protegidos, considerado el máximo exponente de la arquitectura georgiana. Entre sus casas, destaca el lujoso hotel homónimo, en el cual, por ejemplo, existía al momento de nuestra vista, una oferta de exclusivo Afternoon Tea por la módica suma de 37 libras por persona.
El paisaje de la ciudad es variado, y al estar rodeada de colinas, muchos de los circuitos para recorrerla a pié recomiendan alejarse del casco céntrico y de la hondonada del río para contemplarla desde las alturas. Dado que nuestro alojamiento estaba en la subida a Bathwick Hill donde se haya la universidad, en el descenso encontramos un fantástico mirador que forma parte del sendero donde se insta a contemplar excelentes vistas del skyline de la ciudad.
Para los amantes del agua y los paseos en barco, el Río Avon también cuenta con una canalización paralela, sobre la cual se prestan servicios de navegación con los coloridos Bath Narrowboats.
A escasos metros, descendiendo las escaleras se abren los coquetos Parade Gardens paralelos al Río Avon, desde donde se tiene tal vez la mejor vista del Pulteny Bridge.
Perderse en las calles de Bath no llevará mucho tiempo, hay que hacerlo, con algún rumbo fijo dando vueltas para hacer el camino más largo y sorprenderse con lo que se encuentra uno en el camino.
Un imperdible, que se disfruta desde la misma calle es The Circus, un complejo arquitectónico georgiano que comprende un perfecto círculo en torno a una plazoleta central, me atrevo a llamarlo brutalista pero estaría faltando el respeto, tiene tantos detalles que es simplemente imponente y bello, atractivo por donde lo mires y no hay foto que alcance.
A escasos metros se alza otra imponente, The Royal Crescent, un enorme conjunto semicircular de casas apareadas, que se alza sobre un desnivel con una vista hacia el horizonte de la ciudad. Es catalogado dentro del grado I de edificios protegidos, considerado el máximo exponente de la arquitectura georgiana. Entre sus casas, destaca el lujoso hotel homónimo, en el cual, por ejemplo, existía al momento de nuestra vista, una oferta de exclusivo Afternoon Tea por la módica suma de 37 libras por persona.
El paisaje de la ciudad es variado, y al estar rodeada de colinas, muchos de los circuitos para recorrerla a pié recomiendan alejarse del casco céntrico y de la hondonada del río para contemplarla desde las alturas. Dado que nuestro alojamiento estaba en la subida a Bathwick Hill donde se haya la universidad, en el descenso encontramos un fantástico mirador que forma parte del sendero donde se insta a contemplar excelentes vistas del skyline de la ciudad.
Para los amantes del agua y los paseos en barco, el Río Avon también cuenta con una canalización paralela, sobre la cual se prestan servicios de navegación con los coloridos Bath Narrowboats.
Operativo retorno
La conexión de Bath con Londres es muy buena sino excelente. Servicios férreos que toman el trayecto en menos de dos horas demuestran la importancia social que tenía esta ciudad en los tiempos pasados donde la alta sociedad la elegía para sus descansos.
En coche las conexiones no son menos buenas, pero es algo más agotador. Existían dos opciones, y optamos por la más larga, atravesando Salisbury, para poder aunque sea contemplar bajo el gris plomizo y el sol cayendo el mítico y silencioso Stonhenge (nota mental: no se puede parar en la carretera para verlo!).
El retorno no estuvo para nada a la altura del viaje, el paisaje es enorme y bello, verde, con una llanura que se pierde en los prados y lo imponente de un monumento histórico sin precedentes, pero la llegada a Londres es realmente agobiante, el tráfico, la aglomeración, los semáforos, los millones de personas le dan el toque de estress citadino que tanto agota.
Pese a todo, fué un trayecto sin mayores problemas, con una conducción sin precedentes bajo la lluvia, por el lado izquierdo de la copiloto que se convirtió en piloto principal en esta etapa, sin sobresalto alguno.
En coche las conexiones no son menos buenas, pero es algo más agotador. Existían dos opciones, y optamos por la más larga, atravesando Salisbury, para poder aunque sea contemplar bajo el gris plomizo y el sol cayendo el mítico y silencioso Stonhenge (nota mental: no se puede parar en la carretera para verlo!).
El retorno no estuvo para nada a la altura del viaje, el paisaje es enorme y bello, verde, con una llanura que se pierde en los prados y lo imponente de un monumento histórico sin precedentes, pero la llegada a Londres es realmente agobiante, el tráfico, la aglomeración, los semáforos, los millones de personas le dan el toque de estress citadino que tanto agota.
Pese a todo, fué un trayecto sin mayores problemas, con una conducción sin precedentes bajo la lluvia, por el lado izquierdo de la copiloto que se convirtió en piloto principal en esta etapa, sin sobresalto alguno.
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