Lo que sigue es es una confesión que pocas veces verbalizo, pero que en ese último tiempo he aprendido a canalizar, creo, de una manera más madura: desde hace tiempo que tengo una relación amor-odio con Barcelona. Fundada en una combinación de factores que no vienen al caso, se mezclan con una cuota de frustraciones personales que en ocasiones le adjudicaba a aspectos de la realidad de la ciudad, embebida en la realidad ibérica.
Es algo diferente a mi relación con Buenos Aires, es un secreto a voces que no tengo la mejor relación con la Reina del Plata, a ella me une el haber nacido, el haberme criado, el amor por las raíces, los amigos y el arraigo emocional, de lo cual no renegaré nunca, pero considero a la ciudad monstruosa, que, sumado a su enclave en la realidad argentina la torna en una combinación explosiva.
En este último año donde anduve patas para arriba, Barcelona y yo nos dimos una nueva oportunidad para reencontrarnos, y ella mostró aspectos no tan conocidos que garantizaron la reconciliación.
Barcelona sin la ciudad
Imaginemos que ya conocemos todos los privilegios que una ciudad cosmopolita como Barcelona nos ofrece. Sabemos de sus barrios Góticos y Born, de los hermosos edificios modernistas, ya pasamos por el Museo del Barcelona, paseamos por Passeig de Gracia y nos deleitamos con las vidrieras de marcas pero sobre todo con las obras de Gaudí. En búsqueda de alimento nos deleitamos con su oferta gastronómica, y ya fuimos engañados pidiendo una cerveza, esperando las famosas tapas y que nos las hayan cobrado. Olé!
Asumamos que ya conocemos todo eso. Pensemos más allá de lo conocido. Barcelona es una ciudad de mar y montaña, con un entorno natural privilegiado
Desde las alturas, los visitantes seguramente sientan curiosidad por .el Templo Expiatorio del Sagrado Corazón brilla por las noches en lo alto, allí al fondo de la calle Balmes, rodeado en las alturas de un parque de diversiones.
Otros conocen los mal llamados Bunkers del Carmel, lugar de reunión de cuanto guiri venga de visita. Allí, cualquier día del año, se puede uno topar con decenas de grupos, haciendo picnics, botellón o simplemente deleitandose a la vista de la ciudad. No es un lugar que muchos lugareños frecuenten justamente por estar lleno de turistas, pero no por eso le quita mérito a las bellas vistas.
Información de estos sitios encontrarán por todo portal con esos listados de las n cosas que no debes dejar de hacer si visitas la ciudad, incluso en este blog tengo un post referido a las Baterías Antiaéreas del Turó de la Rovira con un poco más de contexto.
Pero Barcelona es un paraíso para los deportistas, un sueño para los ciclistas de montaña y para todos los que les guste perderse por entre los matorrales siguiendo una huella en búsqueda de una fuente de agua natural, de una edificación olvidada, de alguna construcción majestuosa en estado de abandono, vestigio de tiempo pasado mejor, o de una masía entrada en años que aún trabaja o que explota un restaurant para los curiosos transeúntes. La ciudad, en sus alredeores y más allá de los confines de la provincia, está surcada por senderos.
La ciudad está demarcada por dos ríos, el Besós al norte y el Llobregat al sur, el mar la delimita al este, y al oeste está delimitada por la Sierra de Collserola, que se forma parte del Parque Natural de la Serra de Collserola y es con una tal vez algo exigente caminata desde el centro de la ciudad, y en ella se esconden no solo diversidad de flora y fauna, sino un unvierso de masías, lagos, rieras, cuevas, hoteles, viejos casinos abandonados, orfanatos tenebrosos, ermitas, fuentes, puentes, el carrilet, merenderos, miradores, hamacas colgando de arboles, y entre todo esto, se trazan muchos senderos que la atraviesan de lado a lado como venas de un cuerpo humano llevando transeúntes con espíritu aventurero.
Debajo del Llobregat
Atravesando la llanura fértil que ofrece el Parc Agrari del Baix Llobregat, a se erige la sierra conocida como Montbaig, con su punto más alto decorada por la siempre iluminada Ermita de Sant Ramón, separando Sant Boi de Sant Climent yViladecans. Ya por detrás, algo más alta, se erige Montperós decorada por la pequeña ermita de Sant Antoni, separando Santa Coloma de Cervelló, Sant Vicenc dels Horts y el enclave entre montañas de Torrelles de Llobregat.
Ganando metros de desnivel hacia el sur, se adentra uno en la Reserva Natural de L'Alba Rossa que separa la planicie lindera al mar de Viladecans, de los valles fértiles que se cultivan entre ella y Torrelles, y si uno se deja llevar por las alturas, ganando terreno hacia los cielos, por encima de Gavá uno se adentra en serranías que guardan secretos en sus tripas: sus antiguas minas de hierro, llena de silencios y misteriosos espíritus que las rodean y hasta se asoman a dar señales cuando saben que los curiosos se acercan.
Siempre hacia el sur, con algo más de espesor en el follaje, se llega a Brugueres y tal vez incluso más allá a Beugues, dos paraíso catalán en la altura donde se extiende un plano verde cultivable, se alojan centenas de casonas y donde más de una vez hemos ido a comer asados en su merendero. Por detrás, a escasos metros, comienza el parque de el Garraf, compuesto por un masizo montañoso del mismo nombre cuyas laderas se bañan en el mar, y cobijan una de las playas más entrañables y escondidas de su mismo nombre. Cuenta sobre sus laderas las conocidas ciudades costeras de Castelldefels y Sitges, alberga en su interior pequeños poblados, sembradíos, viejas masías de las cuales, muchas de ellas aún activas, viñedos y bodegas, castillos abandonados, ermitas, cuevas y hasta un enorme Monasterio Budista, lamentablemente también, enromes canteras a cielo abierto, y desde luego, recónditos senderos que exploran sus entrañas y explotan sus recónditas alturas.
Mas arriba del Besós
Como si con el sur no alcanzara, al norte y a espaldas de Badalona, comienza elParque de la Serralada Marina, como su nombre da pistas, conjuntamente con elParque de la Serralada del Litoral, quitan la monotonía a las playas del Maresme.
Si nos alejamos unos kilómetros más, mas allá de Mataró, continúa el relieve en el Parque del Montnegre i Corredor donde sin dudas encontrarán las alturas máximas en las formaciones montañosas.
En conjunto forman un corredor montañoso de relieve irregular, lindero a las costas del Mediterráneo que ofrece no solo un singular paisaje con vistas estruendosas del mar desde las alturas, sino un sin fin de posibilidades para el amante de la naturaleza y de los recorridos de aventura.
Laberinto de senderos
Tipos de senderos y sus marcas (Fuente: FEMDE) |
Catalunya por su parte, cuenta con una muy organizada Federación de Entidades de Excursionistas, que aglutina decenas de clubes del territorio, ofrece cursos, recorridas y sobre todo la posibilidad de federarse y contar con apoyo en casos de emergencias, ya que esta actividad se practica a toda altura y si hay algo que el paisaje catalán ofrece es diversidad de relieve, con los consecuentes riesgos.
Hay que tener en cuenta que si hablamos de senderos, hablamos también de un terreno excepcional para los amantes del ciclismo de montaña. Encontramos en España también las llamadas Vías Verdes, de las que en Catalunya hay varias, constituidas sobre viejos trazados de ferrocarril reconvertidos ideales para ciclistas, pero eso no impide que los intrépidos ciclistas de montaña en busca de aventuras se adentren en los caminos más estrechos. Siempre, en las caminatas, es recomendable circular con atención ya que detrás de alguna curva o invisibles por un árbol puede aparecer algún llanero solitario de la bicicleta, cuando no un grupo de ellos que han salido a la caza de la aventura.
Aquí dejo fuente invaluable de referencia a la hora de planificar potenciales viajes:
- Itinerarios Collserola (Red de Parques Naturales, Barcelona)
- Itinerarios Garraf (Red de Parques Naturales, Barcelona)
- Red de Senderos Homologados de Catalunya (FEEC)
- Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada
- MiSenda: Buscador de Senderos`
- Camino Natural de l'Anella Verd (Miniserio de Agricultura)
- Senderos GR
Una historia de amor y desencuentros
Si hacemos memoria, mi primer contacto con Barcelona fue allá lejos por 2010 donde pisé por primera vez la península ibérica. Fue tanto el amor que recibí y la emoción de haber pisado la última tierra que mis abuelos habían tocado en este continente, conocer a la famosa Prima Mary, recibir su cariño y encandilarme con la belleza de una ciudad en un enclave unico, caló hondo la idea que éste sería mi lugar en el mundo.
Le di miles de vueltas, hasta que llegué, sin que siquiera fuera el plan original, a instalarme, cuatro años más tarde y dar rienda suelta a llevar una vida como cualquier muy de habitante, evitando encasillarme en el gueto de los que están de paso o que simplemente, vienen a ver que onda o simplemente, de fiesta.
Yo arranqué, y con el envión, comencé a preguntarme si esto daba para más tiempo. Decidí, decidimos, quedarnos, emprendiendo con La Maga una aventura en el extranjero atravesada por altibajos, desde luego, fuente de frustraciones y dificultades que como dije en la introducción, atribuí muchas veces a la dinámica de la ciudad y su ritmo tan particular dentro la España del siglo XXI.
La separación
En 2019 el divorcio decantaba como algo irremediable. Por un lado yo ya tenía decidido no seguir con ella, y ella estaba empeñada en hacerme saber que no se llevaba bien conmigo.
Estaba cansado de que al tener la playa cerca, se siente casi una obligación tener que ir, como intentando compensar todos los años de vida que uno pasó lejos de ella. O de planear viajes a la montaña y que llegue el fin de semana y exigencias laborales del normal de la realidad española no lo permitan. O de año a año tener que ir a Andorra, porque, no podemos negarlo, es bonito, vale la pena el paseo, y además el Cirque du Soleil hace sus espectáculos gratuitos todos los veranos entre tantos otros atractivos naturales. Vamos, que por suerte no cedí jamás a la masificación por ir a esquiar, como si fuera una rutina de la cual no podían desprenderse aquellos que en su vida en la remota Argentina, residían en su mayoría a más de 2000 kilómetros de la pista de ski más cercana.
Despotricaba de las fiestas. Es que seamos realistas, son siempre lo mismo,m en las mismas fechas. Si es que los españoles, o bueno, los catalanes, que tienen mucho de españoles, viven de fiesta. Que si la Festa Major de la ciudad, la del pueblo vecino, o aún más, la del barrio! Si faltaba alguna, una cita obligada es La Mercé, que las Festes de Gracia y sus calles abarrotadas de adornos y de gente, el desmadre callejero de Sant Joan, la Puríssima de Sant Boi. Sobre todo estaba cansado de la gente que se amontona, de las oleadas de guiris, y de los de paso que vienen con el prejuicio de que aquí solo se vive de fiesta y por la fiesta.
Cansado de los turistas, de esos que pasan por la calle y no le importa que los vecinos estén intentando vivir su vida mientras ellos vienen a explotar las bondades que la industria del ocio les ofrece en la ciudad. Es que he llegado a ver gente pasearse en traje de baño, bikinis, casi a la altura de la Catedral como si la playa estuviera cerca!
Hastiado de que los precios de los alquileres sean impagables para la mayoría de la realidad catalana, y española. De sentir que uno estar condenado a competir contra la urgencia de un alquiler turístico. Conseguir un precio justo, implica en gran medida resignarse a que lo que comenzó siendo un departamento temporal a las afueras haya pasado a ser algo casi permanente, como para permitir mantener una capacidad de ahorro que justifique la pena estar lejos de toda mi familia, en una de las tantas ciudades satélites como se las conoce, que se desviven por presentarse desprendidas de la Ciudad Condal pero que intentan como sea de aferrarse a las migajas que el turismo pueda dejar para los intrépidos visitantes que animen a salir de su visita citadina.
Harto de trabajos que suenen a pomposas ofertas de empresas extranjeras que montan aquí sus centros de desarrollo, dejando de lado que lo hacen porque les cuesta mucho más barato que hacerlo en sus países, y porque si hay algo que encuentra uno en Barcelona es, gente de todos lados, colores e idiomas. Vamos, es barata y atractiva en esos contextos.
Todo esto no hizo más que enfocar mis esfuerzos en buscar una escapatoria, primero lo hice buscando desafíos profesionales diferentes, luego ya no me alcanzó, y me adentré en un espiral descendente que solo me hacía ir más y más profundo en nuestros desencuentros. El punto de no retorno en el que decidí adoptar Londres.
En ese entonces, cada vez que regresaba a esa casa en las afueras de Barcelona, sucedían esas tormentas brutales que suelen azotar a la costa catalana, donde los que no están aquí creen que no llueve, y muchos creen que no hace frío, pero cuando llueve, lo hace a baldes y tal vez dure varios días, y sepan que cuando hace frío, bueno es verdad, no hace tanto frío, pero con lo poco preparadas que están las viviendas, deben creerme, se puede pasarla mal.
Nos separábamos de la peor manera, ella enojada conmigo y yo desencantado, sin querer saber más nada uno del otro, decididos a seguir diferentes caminos.
Nos mirábamos con los ojos vidriosos, sabiendo que el final era irremediablemente la separación. Ya había tenido suficiente, quería pasar página y no seguir renegando contra algo que ya no tenía remedio. No parecía haber vuelta atrás.
El reencuentro
En ese lapso, surgido de las profundidades del lejano Oriente, emigró poco a poco hacia occidente, hasta apoderarse del mundo entero. Corona llegó para quedarse entre nosotros y alterar la vida de todos los que se atravesaba a su paso. Fue él, que curiosamente, salvó nuestra relación, no sin pasar meses de distanciamiento y mirando con recelo.
Fue a nuestro reencuentro, tal vez resignados a tener que convivir un tiempo más, que comenzamos a aceptarnos, y fuimos aprendiendo nuevamente a querernos, a ser flexibles el uno con el otro. Corona impuso restricciones, y Barcelona comenzó a darme ideas y sugerirme nuevos caminos, nuevas experiencias.
Los meses del verano europeo de 2020, la ciudad se volcó a las calles a intentar revivir su agitado ritmo turístico característico haciendo de cuenta que aquí no había pasado nada.
Pero ella, desde los rincones se fue mostrando diferente, abriendo ante mis ojos y dio pié a una nueva manera de descubrirnos con otras perspectivas. Y yo, acepté el juego, me mostré flexible, ansioso por explorar.
Nos dejamos llevar y nos dimos la oportunidad de conocernos una vez más, lejos de las grandes luces y los hermosos edificios modernistas, lejos de las atracciones típicamente turísticas del Gótico y de la Vila de Gracia, de sus playas céntricas. Fuimos de la mano, lentamente, paso a paso, dejándonos llevar hasta evidenciar las mejores vistas, los mejores momentos se hicieron evidentes.
Así, nos reconciliamos. Aceptamos que tendremos una relación que tal vez no dure para siempre, una relación abierta que me permite coquetear con otros sitios mientras ella se desvive por lucirse y atraer nuevos curiosos. Pero desde el momento que lo aceptamos, decidimos que intentaremos disfrutar, de la mejor manera, cada momentos que se nos permita estar juntos, y que cuando toque separarnos, lo haremos en paz, con el corazón pleno y la consciencia tranquila de habernos entregado el uno al otro, sabiendo que si nuestros caminos volviesen a cruzarse, nos recibiríamos con los brazos abiertos.