"Tiene Buenos Aires ese que se yo" ora el dicho popular, y luego de años de convivir en ella, me sigo preguntando de qué se trata ese "qué se yo" que cautiva. Hay cientos de turistas que la recorren y hablan maravillas, no solo extranjeros sino nacionales. Muchos de sus habitantes son fervientes defensores de la ciudad como exponente de la cultura y de las grandes posibilidades que para ellos representa, pero a su vez no hace falta realizar mancomunado esfuerzo para encontrarse todos los días a la misma gente que se queja de las alternativas aleatorias que esta les presenta.
Y como buen ciudadano debo admitir que Buenos Aires presenta gran diversidad y variedad de acontecimientos que condimentan la comida diaria de las bestias que la recorren
Bestias humanas y mecanicas que van y vienen recorriendo en ritmo vertiginoso las entrañas de una ciudad de concreto, regandolas de fastidio por la acidez que les generan los bocados que a cada paso les convida la Reina del Plata.
Recorren horas acopiados incómodamente en el transporte público que no les llega a brindar el más mínimo atisbo de refrigeración para aliviar el forzozo viaje a través de bloques y bloques de edificios que los deposite en algún soñado, o sufrido empleo mientras anhelan poder conseguir ese magro sueldo para pagar sus deudas, el teléfono móvil de tercera generación que comenzarán a pagar en marzo, o las cuotas de la heladera, el servicio de internet con ancho de banda ficticio, las zapatillas con suela acolchada o bien, aquellos que luchan por algo más real como poder llegar a casa y darle de comer a su familia.
El itinerario de viaje puede variar diariamente, para evitar convertirlo en rutinario existe una gama de opciones de potencialidad diversa que le darán otro sabor.
Uno puede optar por el viejo y conocido (¿invento argentino?) colectivo, si es que éste se detiene debido a que su capacidad máxima no se excede aún por un 50% y no explota ya de gente hacinada en su interior, si logra depositar las monedas en su maquina y ésta se digna a entregarle un comprobante de pago que será su seguro durante todo el riesgoso viaje, o puede ser que la expendedora caprichosa no quiera aceptar vuestras monedas o bien no le entregue comprobante alguno y el domador de turno de esa bestia urbana lo invita a seguir viaje sin seguro. Lejos queda la posibilidad de pretender usar alguno de los medios de pago electrónico que funcionaría en 90 días hace ya 3 años y cuyas lectoras adornan los parantes de acceso a los colectivos y sirven de portaretrato de imágenes que citan "Fuera de Servicio".
Si la combinatoria lo permite podría uno optar por un subte o tren y someterse a un tratamiento de sauna que contribuirá a bajar de peso a fuerza de empujones y bajos niveles de oxígeno de manera que con el tiempo uno pueda caber en los diminutos recobecos de la masa humana que ellos transportan. Sumado a esto muchas veces las medidas de fuerza pueden llegar a permitirle que uno evite los molinetes y viaje gratis. A veces se atrasan, o demoran horas o quizás nunca llegan, pero este es un pequeño costo que hay que pagar después de tanto beneficio a la salud y el bolsillo! Por algo siempre me gustaron los ferrocarriles!
El traslado puede salirse de su cause normal para tomar rutas alternativas o incluso diluirse en medio de una protesta, ya sea social o gremial, que motive al corte de servicio, corte de calles, de vías o la decisión de los responsables de domar esas bestias de dejar de condcurilas, o, como si fuera poco, bajo la excusa de falta de combustible.
Si uno logra atravesar este laberinto de posibilidades aleatorias y llegase a destino, comienza a transitar las cuadras que lo separan desde el corral de detención de las bestias de transporte hasta su oficina, dado que es razonable que no tenga la suerte de que lo deje en la puerta.
En ese trayecto un nuevo universo se abre ante nuestros ojos de peatones. Debera sortear veredas rotas, regalitos de mascotas y animales callejeros, quizás cuenta con la suerte de pisar un baldozón flojo que decore con un arte rioplatense sus pantalones, gotas de aire acondicionado que caen desde los cielos, esquivar las mantas de vendedores en las aceras, y chocarse con la realidad que nos quieren ocultar con espacios repletos de gente durmiendo y mendigano a la intemperie a la buena de dios, cruzar las calles por las sendas zizgagueando los ataques mortíferos de coches, camiones y buses. Y no podemos olvidarnos de un nuevo ser que pasó a adornar las calles de la ciudad: la bicicleta, ni tampoco a las motos, que cumplen otro importante rol en la cadena alimenticia de esta jungla.
Las primeras son relativamente modernas, en un intento por aliviar el tránsito agobiante, los sucesivos gobernantes nos quieren hacer creer que es seguro, rapido y bueno para nuestra salud cruzar toda la enorme ciudad en bicicleta, dado que no hay paradas intermedias, si uno decide optar por ella es a todo o nada. Pero la cultura del "todo vale" reinante en Argentina convierte a este medio en algo sumamente peligroso porque tiene que lidiar no solo con la impericia y falta de consciencia de su manejador, sino con las demás bestias que recorren el laberinto recorrido diario.
Las otras especies de dos ruedas, las motos, son utilizadas para otro tipo de propósitos no solo de transporte ágil, al punto de que se abusa de su agilidad no sólo para burlar la ley de la selva con más irracionalidad a la hora de los atascos de tránsito, sino también, valga la redundancia, su astucia es utilizada para delinquir.
Por ende, deberemos sortear un mundo nuevo de peligros que afrontamos como transeuntes, a los cuales también muchos de ellos realizan su humilde aporte al ir hablando por teléfono o incluso leyendo descuidando su propia integridad, más la siempre latente posibilidad de ser asaltados, arrebatados o bien ser partícipes de algún hecho violento que nos tenga como testigos o partícipies involuntarios.
Aaaaah! Que alivio, llegamos a la oficina, que suerte, estamos en un edificio último modelo o quizás tenemos la suerte de cruzar la frontera y trabajar en el Estado Libre Asociado de Puerto Madero, ese país limítrofe que linda con la ciudad. Nos sentamos, café de por medio, vemos los correos y tenemos mucho trabajo por hacer, pero sabemos que a fin de mes tendremos el merecido premio: un sueldo devaluado cuyo valor nominal es el acordado, pero el real perdió potencia frente a la corrosiva inflación galopante.
No importa, la plata no es todo en la vida, pensando en que tengamos el trabajo que queremos o uno trabaje en lo que realmente se formó, aspire a crecer en la profesión por la que que se rompió el lomo durante años para obtener un título, aunque claro está, la posibilidad de que a los empleadores le importe poco y nada lo que usted haya logrado.
No busquemos la paja en el trigo, pensemos en el merecido descanso que nos corresponde por derecho universal e irrevocable: 14 días de corrido por año como marca la ley, que defiende los derechos de los trabajadores (¿?).
Pasó ya el día, emprenderemos regreso a casa, a las merecidas 8 horas de recreación para proseguir a las 8 horas de descanso, como también marca la ley. Sucede que no podemos dejar de lado que se repetirá el procedimiento matinal: hay que volver a pasar por la mismas circunstancias que uno sufrió en el sentido "ida" de su viaje, ahora de regreso, con el aditivo que el agotamiento de la gente es aún mayor, el fastidio y la paciencia se esfumaron a lo largo del día, se lo consumieron en el trabajo, y, la probabilidad de manifestaciones crece un 70% en horario de pico vespertino.
Las 8hs de recreación entre la ida y la vuelta, se convirtieron en solo 5hs con suerte y quizás por la ola de calor no haya electricidad... Pero las cosas por resolver de la vida personal siguen siendo las mismas, entonces, que bah! quitemosle horas al sueño, yo quiero seguir "recreandome", por ende, terminamos durmiendo entre 5 y 7 horas máximo por día, llegando al pico de stress y agotamiento el viernes por la noche, donde uno se despacha con unas 10hs "para recuperar" que lo dejan sonámbulo el fin de semana.
Asi el ser urbano y conurbano intenta sobrellevar algo que por acostumbramiento, mal acostumbramiento y modo de crianza, considera vida, y se queja, muchos se quejan de esto, incluso aquellos que dicen disfrutar de la ciudad y sus encantos.
A la incertidumbre de acontecimientos diarios se le puede sumar la falta de gas en invierno, la falta de agua en verano, y la desde hace años descontada falta de energía eléctrica, así como el nuevo modelo de faltante repentino de combustibles, así como la okupación simultánea de terrenos públicos replicados a lo largo y ancho del país y el asesinato nuestro de cada semana (y no digo día porque voy a dar lugar a que digan que que compro las noticias de los medios comunicacionales opositores).
Pero el hombre es un bicho que se acostumbra, y quizás todas estas cosas con el tiempo y repetición sean cosas de todos los días, y así, el ser humano, el ser urbano y conurbano, termina por considerarlos normales, alterando sus patrones, descartando que se puede vivir diferente y lejos de ella, es como un círculo vicioso que lo apega a la ciudad. Unos se acostumbran a tenerlo todo cerca, pero dejan de ver lo difícil que es llegar a todo en ella o el precio que pagan por estar ahí.
Cae de maduro que la ciudad no es lo que más me agrada, puntualmente esta ciudad no es lo que me agrada, la sufro a diario. Es difícil convivir con una ciudad a la cual no le encuentro atractivo alguno salvo el hecho de tener a mi familia y afectos aquí.
Sigue sin dulucidarse el "que se yo" al que se refieren cuando hablan de Buenos Aires. Para mi, es esa imprevisibilidad de todo lo que en ella ocurre que seduce a propios y extraños.
Y como buen ciudadano debo admitir que Buenos Aires presenta gran diversidad y variedad de acontecimientos que condimentan la comida diaria de las bestias que la recorren
Bestias humanas y mecanicas que van y vienen recorriendo en ritmo vertiginoso las entrañas de una ciudad de concreto, regandolas de fastidio por la acidez que les generan los bocados que a cada paso les convida la Reina del Plata.
Recorren horas acopiados incómodamente en el transporte público que no les llega a brindar el más mínimo atisbo de refrigeración para aliviar el forzozo viaje a través de bloques y bloques de edificios que los deposite en algún soñado, o sufrido empleo mientras anhelan poder conseguir ese magro sueldo para pagar sus deudas, el teléfono móvil de tercera generación que comenzarán a pagar en marzo, o las cuotas de la heladera, el servicio de internet con ancho de banda ficticio, las zapatillas con suela acolchada o bien, aquellos que luchan por algo más real como poder llegar a casa y darle de comer a su familia.
El itinerario de viaje puede variar diariamente, para evitar convertirlo en rutinario existe una gama de opciones de potencialidad diversa que le darán otro sabor.
Uno puede optar por el viejo y conocido (¿invento argentino?) colectivo, si es que éste se detiene debido a que su capacidad máxima no se excede aún por un 50% y no explota ya de gente hacinada en su interior, si logra depositar las monedas en su maquina y ésta se digna a entregarle un comprobante de pago que será su seguro durante todo el riesgoso viaje, o puede ser que la expendedora caprichosa no quiera aceptar vuestras monedas o bien no le entregue comprobante alguno y el domador de turno de esa bestia urbana lo invita a seguir viaje sin seguro. Lejos queda la posibilidad de pretender usar alguno de los medios de pago electrónico que funcionaría en 90 días hace ya 3 años y cuyas lectoras adornan los parantes de acceso a los colectivos y sirven de portaretrato de imágenes que citan "Fuera de Servicio".
Si la combinatoria lo permite podría uno optar por un subte o tren y someterse a un tratamiento de sauna que contribuirá a bajar de peso a fuerza de empujones y bajos niveles de oxígeno de manera que con el tiempo uno pueda caber en los diminutos recobecos de la masa humana que ellos transportan. Sumado a esto muchas veces las medidas de fuerza pueden llegar a permitirle que uno evite los molinetes y viaje gratis. A veces se atrasan, o demoran horas o quizás nunca llegan, pero este es un pequeño costo que hay que pagar después de tanto beneficio a la salud y el bolsillo! Por algo siempre me gustaron los ferrocarriles!
Si uno logra atravesar este laberinto de posibilidades aleatorias y llegase a destino, comienza a transitar las cuadras que lo separan desde el corral de detención de las bestias de transporte hasta su oficina, dado que es razonable que no tenga la suerte de que lo deje en la puerta.
En ese trayecto un nuevo universo se abre ante nuestros ojos de peatones. Debera sortear veredas rotas, regalitos de mascotas y animales callejeros, quizás cuenta con la suerte de pisar un baldozón flojo que decore con un arte rioplatense sus pantalones, gotas de aire acondicionado que caen desde los cielos, esquivar las mantas de vendedores en las aceras, y chocarse con la realidad que nos quieren ocultar con espacios repletos de gente durmiendo y mendigano a la intemperie a la buena de dios, cruzar las calles por las sendas zizgagueando los ataques mortíferos de coches, camiones y buses. Y no podemos olvidarnos de un nuevo ser que pasó a adornar las calles de la ciudad: la bicicleta, ni tampoco a las motos, que cumplen otro importante rol en la cadena alimenticia de esta jungla.
Las primeras son relativamente modernas, en un intento por aliviar el tránsito agobiante, los sucesivos gobernantes nos quieren hacer creer que es seguro, rapido y bueno para nuestra salud cruzar toda la enorme ciudad en bicicleta, dado que no hay paradas intermedias, si uno decide optar por ella es a todo o nada. Pero la cultura del "todo vale" reinante en Argentina convierte a este medio en algo sumamente peligroso porque tiene que lidiar no solo con la impericia y falta de consciencia de su manejador, sino con las demás bestias que recorren el laberinto recorrido diario.
Las otras especies de dos ruedas, las motos, son utilizadas para otro tipo de propósitos no solo de transporte ágil, al punto de que se abusa de su agilidad no sólo para burlar la ley de la selva con más irracionalidad a la hora de los atascos de tránsito, sino también, valga la redundancia, su astucia es utilizada para delinquir.
Por ende, deberemos sortear un mundo nuevo de peligros que afrontamos como transeuntes, a los cuales también muchos de ellos realizan su humilde aporte al ir hablando por teléfono o incluso leyendo descuidando su propia integridad, más la siempre latente posibilidad de ser asaltados, arrebatados o bien ser partícipes de algún hecho violento que nos tenga como testigos o partícipies involuntarios.
Aaaaah! Que alivio, llegamos a la oficina, que suerte, estamos en un edificio último modelo o quizás tenemos la suerte de cruzar la frontera y trabajar en el Estado Libre Asociado de Puerto Madero, ese país limítrofe que linda con la ciudad. Nos sentamos, café de por medio, vemos los correos y tenemos mucho trabajo por hacer, pero sabemos que a fin de mes tendremos el merecido premio: un sueldo devaluado cuyo valor nominal es el acordado, pero el real perdió potencia frente a la corrosiva inflación galopante.
No importa, la plata no es todo en la vida, pensando en que tengamos el trabajo que queremos o uno trabaje en lo que realmente se formó, aspire a crecer en la profesión por la que que se rompió el lomo durante años para obtener un título, aunque claro está, la posibilidad de que a los empleadores le importe poco y nada lo que usted haya logrado.
No busquemos la paja en el trigo, pensemos en el merecido descanso que nos corresponde por derecho universal e irrevocable: 14 días de corrido por año como marca la ley, que defiende los derechos de los trabajadores (¿?).
Pasó ya el día, emprenderemos regreso a casa, a las merecidas 8 horas de recreación para proseguir a las 8 horas de descanso, como también marca la ley. Sucede que no podemos dejar de lado que se repetirá el procedimiento matinal: hay que volver a pasar por la mismas circunstancias que uno sufrió en el sentido "ida" de su viaje, ahora de regreso, con el aditivo que el agotamiento de la gente es aún mayor, el fastidio y la paciencia se esfumaron a lo largo del día, se lo consumieron en el trabajo, y, la probabilidad de manifestaciones crece un 70% en horario de pico vespertino.
Las 8hs de recreación entre la ida y la vuelta, se convirtieron en solo 5hs con suerte y quizás por la ola de calor no haya electricidad... Pero las cosas por resolver de la vida personal siguen siendo las mismas, entonces, que bah! quitemosle horas al sueño, yo quiero seguir "recreandome", por ende, terminamos durmiendo entre 5 y 7 horas máximo por día, llegando al pico de stress y agotamiento el viernes por la noche, donde uno se despacha con unas 10hs "para recuperar" que lo dejan sonámbulo el fin de semana.
Asi el ser urbano y conurbano intenta sobrellevar algo que por acostumbramiento, mal acostumbramiento y modo de crianza, considera vida, y se queja, muchos se quejan de esto, incluso aquellos que dicen disfrutar de la ciudad y sus encantos.
Cae de maduro que la ciudad no es lo que más me agrada, puntualmente esta ciudad no es lo que me agrada, la sufro a diario. Es difícil convivir con una ciudad a la cual no le encuentro atractivo alguno salvo el hecho de tener a mi familia y afectos aquí.
Sigue sin dulucidarse el "que se yo" al que se refieren cuando hablan de Buenos Aires. Para mi, es esa imprevisibilidad de todo lo que en ella ocurre que seduce a propios y extraños.